Nos compraba huevos kinder cada mañana, cuando nos llevaba al colegio a mi hermano y a mí. Si no fuera porque se pasaba las tardes en el bar de la esquina y, cuando regresaba a casa, le gritaba a mamá, no hubiera estado tan mal. Una noche le empujamos por las escaleras y se desnucó sobre la alfombra del recibidor. Aquella fue la segunda vez que enviudó mamá. Esperemos que a la tercera acierte.
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