Al final de la noche, el bigote postizo de nuestro amigo lampiño acabó flotando en su Rioja. Él, achispado, lo tendió a secar al borde de la copa. Después sacó un mostacho prusiano de repuesto que guardaba en el bolsillo de su vaquero y lo pegó sobre el borde de su labio superior. A la mañana siguiente despertó, desbigotado por segunda vez, entre la sàbanas de una go-go, el mostacho enmarañado en el vello púbico de la chica dormida.
Me ha gustado mucho ese microrrelato. Sigue publicando que te seguiremos la pista. Un abrazo
ResponderEliminarCon esta décima cubana
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y no es más que un corolario
a la que "puede" ser más ufana.
Esa solidez que emana
de tus síntesis que valoro
solo es muestra del tesoro
que conservas en tu mente;
como tú, ¡hay muy poca gente!,
Carmen de la Rosa Moro.
Saludos y prosigue
Gracias a Dianelis y Raúl. Buena décima cuabana
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