El reverendo sostuvo a la mujer bala de plata,
bella y diminuta, sentada en la palma de su mano, antes de cargarla en el
pistolón. Después se adentró en el
bosque, bajo la luna llena. Cuando el hombre lobo le salió al paso, le disparó
al corazón. Justo antes del impacto, la mujer bala desvió su trayectoria. Quedó
alojada para siempre entre la punta del ventrículo del hombre lobo y su quinta
costilla izquierda.