Su padre la sometía a hipnosis a la hora de la siesta, cuando ella no había cumplido todavía los cuatro años. A los seis ya la había tendido en su diván para iniciarla en el psicoanálisis y, a los nueve, la introdujo en el concepto jungiano del inconsciente. Fue una buena alumna en la Universidad, su tesina sobre “Combinación de psicofármacos en el manejo de un brote agudo de psicosis” mereció un sobresaliente cum laude. A los treinta la nombraron directora del Psiquiátrico Central. Su pericia a la hora de aplicar electroshock a los pacientes y su habilidad en la práctica de lobotomías se conocieron pronto en toda la comarca.