El ministro
de Economía anuncia en el Congreso nuevos recortes: bajada de sueldo del 20% a
los empleados públicos, reducción del 10% de las pensiones, supresión de los
subsidios a los parados de larga duración. Cuando finaliza su comparecencia, se
refugia en su despacho y se sirve un whisky de 12 años, enseguida abandona el
Congreso y sube al asiento trasero de un Audi blindado en el que se traslada al
aeropuerto, donde aguarda el jet que despegará en una hora rumbo a un fin de
semana en Seychelles.
Cuando el coche se detiene en un semáforo en
rojo de la Gran Vía, lo rodea un grupo de manifestantes que increpa al
ministro. El ministro los observa como si fueran peces abisales que contemplara
a través del cristal de un batiscafo. Durante un segundo, antes de que el
semáforo se tiña de verde y su chófer se aleje de los manifestantes con un
apretón del acelerador, incluso llega a reconocerles un cierto parecido con los
de su especie.